lunes, 2 de enero de 2017

American Horror Story y el monstruo total


'American Horror Story' ha recuperado su fuerza, dejándose un poco de dorados y volutas innecesarios. Tras dos temporadas simplemente extravagantes (Tanto 'Freak Show' como 'Hotel' quemaron sus llamativos cartuchos en dos episodios), la serie de Ryan Murphy ha recobrado el pulso. Es la ventaja de resetearse continuamente: poder partir de cero cada vez. 'Roanoke', la sexta entrega de la antología de pesadillas, recupera la frescura de la primera y la dureza de la segunda. Y da miedo, mucho. Su apuesta es ahora más conceptual que nunca, pues los horrores que relata la acercan más a 'Black Mirror' que a los géneros que en teoría homenajea o parodia. No pretende provocar la reflexión en el espectador (quizá el mayor problema de 'Black Mirror' es esa autonconsciencia de generadora de debate), pero lo consigue a traves de un subversivo juego de cajas chinas. 

Estructurada inicialmente a modo de gran mentira, pues comienza proponiendo un doble juego de personajes-actores, 'Roanoke' aprovecha los momentos en los que el espectador cree haber descifrado el juguete para complicarlo un poco más. Así hasta cuatro o cinco capas de ficción se van añadiendo, hasta terminar en una traca que, por si no fuese ya demasiado lioso todo, tiende un puente hacia una temporada anterior de la serie, confirmando que, efectivamente, las diferentes 'American Horror Story' no son completamente independientes. Es una jugada interesante, que además lleva a Sarah Paulson a recuperar el papel de Lana Winters, que tan grande la hizo. Con éste son tres los personajes que Paulson interpreta en 'Roanoke', donde también repite la mayoría del reparto de las temporadas anteriores. 

Por otro lado, a los miedos "clásicos", tópicos incluso, que la serie ha explotado durante su recorrido, en 'Roanoke' se le unen dos mucho menos parodiables: la perversa lente de la sociedad del espectáculo hiperconectada y, en el otro extremo, la persistencia de enormes masas de población que, en un mundo en el que el conocimiento es casi gratuito, viven en la degradación intelectual absoluta. Y peligrosa. Es la familia Polk la aportación más interesante de la última 'American Horror Story'. También es la que da más miedo. Drogadictos, culturalmente aislados, perversos y absolutamente conteporáneos, los Polk  son, como los protagonistas de 'Making a Murderer', recordatorios de una realidad aterradora y nada abstracta. En el fondo el gran monstruo del que habla 'American Horror Story: Roanoke' no es otro que la ignorancia. Tranquilos, que no voy a hacer el tipico comentario sobre a quién habrían votado los Polk en las últimas elecciones estadounidenses.